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miércoles, 25 de mayo de 2022

El justiciero

Se escucha el bramido de una criatura salvaje. La criatura desde el suelo ve borrosamente que Mariano, con una espada manchada de sangre, se aleja. Mariano González, un señor de 60 años, calvo, de tez blanca, nariz recta y ojos celestes, camina encorvado y lentamente por Puerto Madero. La cabeza agachada, la mirada en el suelo. Tambalea hacia los lados; los brazos flojos se mueven dirigidos por el resto del cuerpo. Su frente suda y sus manos están manchadas de sangre. Apoya los brazos en las barandas, que lindan al río, para no caerse. Se desploma pesadamente y cae. Se ha desmayado. Boquiabiertos, los transeúntes comienzan a amontonarse alrededor del lánguido. Un niño llama la atención de su padre, estirándole la campera con una mano y con la otra le señala la punta de una espada que sale del sobretodo de Mariano. El padre del niño corre el sobretodo de Mariano y deja al descubierto que el señor que yace en el suelo trae una espada enfundada, amarrada a su cinturón de cuero. Mariano despierta, inhala fuertemente. De un sobresalto se sienta en la cama, respira rápido. Visibiliza las rejas enfrente. Un señor, tras las rejas, con las manos en los bolsillos se le acerca y le dice: “Seré su abogado de oficio. Mariano González, está acusado del asesinato de Jorge Ramírez, su compañero de trabajo en la construcción del edificio de Puerto Madero”. Mariano suspira, cierra los ojos por un instante y expone: “He matado por fin a la bestia, él no era un hombre”.

domingo, 5 de enero de 2020

Imposibilidad

Imperiosa necesidad de tocarle los miedos, las cicatrices, el inconsciente y la empatía. En mi afán de penetrarle, proyecto inseguridades, fantasías reprimidas y mi propio rechazo. Puedo sentir esa indiferencia maternal abandónica. Es imposible que tenga usted sentimientos prioritarios con esta hembra culturizada que se pausa con su apática atención.

sábado, 16 de noviembre de 2019

Geometría

Odio las estructuras cuadrangulares, los triángulos sentimentales y los círculos viciosos. Detesto los conceptos de procesos lineales horizontales y las diagonales violentas... Evito las líneas verticales lascivas. Sólo puedo amar los puntos, preferentemente los suspensivos...

jueves, 6 de junio de 2019

Hermética

Hermética en la quema de estas ofuscadas paredes, sin energía solar, sin circulares voces detrás de la línea telefónica. Averiada por plumas descompuestas, palabreríos infecciosos sobre las hojas patológicas. En el desorden barajado de esta reclusión, asiento en la almohada, cuelgo en las cortinas, sacudo en las sábanas a los personajes que fastidian aquí dentro. Sin monedas como objetos de abstracción, no tengo crédito para eximirme del encierro. Los bollos rendidos de papeles refutan en enderezarse, los pinceles desatienden a mis impulsos y expulsan deliberados trazos negros epilépticos. En la celebración de mi congoja, la lluvia gris desfila elegante en mis permeables atuendos como papel picado de cumpleaños. Yerro, latente sin desarrollarme, en un vehículo pesado el cual se estanca por el tráfico de caravanas vitales que evolucionan ágilmente. Me acontece que es presente perenne mientras mi futuro condicional delira en busca de la exactitud. Siendo infinitamente un ahora continuo... Me pasa que se adelantan glúteos ajenos sin persuadirme. Que mordaz, el buen albur, utilizó de escondrijo las plantas de mis zapatos. Me ocurre que se sucede ordinal la vida llana en esta llanura convulsa de depresión. Me acaece que mi escritura trama éxitosamente en decepcionarme.

domingo, 26 de octubre de 2008

Triada infinita

Componente 1: Alienación La fila de los pasajeros es larga. Me encuentro agitada. Todos repetimos números. Me desespera la desesperación de las personas que esperan impacientes que termine de colocar las monedas. Monedas: objetos de abstracción. Posibilidades infinitas. Ahora me transportan al encierro, al automatismo. El ómnibus traspasa las vías del tren, fábricas de ladrillos de Dickens que enmugra con nubes grises el cielo rosado casi galáctico del amanecer. Son tiempos modernos que retornan. Yo camino lentamente, te observo. No sé quién soy. Me demuestro desnuda. Desnuda y sumisa. Componente 2: La entrega Sumisión. El Munt me despoja las vestiduras. Me desvelo. Muestro mis cicatrices húmedas. Me desvivo, te ansío. El fin de toda mi vida ha estado destinada a esta unidad. Te miro a los ojos, te penetro. Soy servil al jefe de la Sippe. Componente 3: Libertad El punto culmine, no puedo hablar. Estás áspero, frío, distante. Llueve y no hablar. Miro a través del vidrio al hombre desaseado que mira el partido de football en aquel bar de mala muerte. Yo me escabullo en su contemplación. Estoy adentro. Entiendo que querés abandonarme. No quiero escucharte más. La boca de mi estómago arde. Mi corazón se agita. El grito de Munch. Vuelven las palabras del manipular gerente: "No eres responsable, no eres metódica" y prosigue ante mis interrupciones. –Callate y dejame hablar-. Un ser terriblemente autoritario que ejercés el poder que te han delegado. Yo sólo quiero correr desnuda, sólo necesito la paz que antes me brindabas. El teléfono suena alienado otra vez.-Credi consumol, buenos días. Mi nombre es Eva. ¿En qué lo puedo ayudar?- La sonrisa forzada de la voz con falsas sonrisas. Otra vez me retás y me siento pequeña. Entonces, dejo que el Munt abuse de mí. Abrazás a la pobre niña. Pero ésta se convierte en mujer en tus brazos. La niña huye, esquiva tu mirada. Otra vez me pierdo por la ventana. Huyo en un bocinazo, en las altas luces. La sensación de incertidumbre se pudre en mi estómago otra vez dolorido. Deseo sólo el poder. Sólo deseo liberarte. ¿Cómo saltar esté círculo infinito? Cómo bajar estas escaleras que se emperran en subirme. Me muestro desnuda en este festival de máscaras. Pero nada es suficiente para desaparecer. La idea eterna retorna.

viernes, 11 de julio de 2008

El ojo de la Verdad

Episodio I
Sortilegio: “Exonerada de mí, humanidad, te retuerces demacrada; contrayendo tus cinco extremidades te reversas y muestras tu masa muscular, tus fémures, tu páncreas evacuándote desde las cuerdas vocales en un grito libertino. Delatándote olorosamente mortal”...
Te abates en los contornos de un cilindro indefinido. Caes, te adhieres falaz en mi pierna y reptas sudando, dudando, desnudo... Escalas en mis nalgas, provocando la secreción de mi sangre que se camufla con tu epidermis cárdena. Se aleja la voluntad, Psique u otra sustancia que permitía que arribaras. El inminente conjuro sucedido de tres esferas de fuego (sucesivas) emerge de mi visión desilusionada y te derriba. Desciendes finalmente (pero nunca acabado) indiferente por el túnel o el brazo de un delta fluvial que desembocará en un mar de cenizas muertas.

EPISODIO II
Penetra mi cabellera de serpientes en mi boca, cerco que me impide empujar el orificio de la herida, la suprema esfera de fuego terminal. El círculo en el que concluye, fatigado de circular, el infinito. Es un gran ojo panóptico surcado de pupila felina que cuelga en mi paladar y vigila mi simbólico lenguaje censurado; parpadea a veces para captarme inopinado de su moralidad y desobediente en su adiestramiento.

EPISODIO III
Pude arrojarme lejos de ti, bestia. Pero aún corro sin olfatear, me escapo, reluciendo destellada las miradas paranoicas de un psicópata; dejando rastros de sudor en la agitación.
Nazco, solo y agraciado, en una calle como un pasillo en el cual se diverjan habitaciones conectadas.
Por fin camino jadeante, desacreditando la preocupación.
Una anciana inofensiva aparece profetizándome conceptos de eternidad y androides divinizados. En su bastón se apoya la necedad y el fanfarroneo de la casta virtud. ¡Sé que eres tú: engañosa imagen pervertida de dominación! Creada en el fango de la mentira sagaz y persuasiva, desarrolladora de siervos ciegos. No vas a enlodarme.
La señora cobra la contextura inicial del monstruo. No sólo no me persigues horroroso sino que deambulas siempre delante de mi horror, para el punto cardinal que me incorpore. No sólo no carcajeas soberbio, ni te sulfuras ante mi obstinado disloque sino que me acaricias tiernamente el cabello con tus manos, vestigios de innumeras cabelleras catequizadas. Me propones, carismático, relamer tu fálico poder agachándome hacia convenciones que convencen a idiotas. Debo vomitarte el ojo que me injertaron. Debo ser mi creador.
Surges de una alcantarilla como una espesura líquida filamentosa, te enroscas sobre ti y te elevas desde tu eje transmutándote en un humano sin sexo. Dices ser un moldeador de prejuicios, quieres llevarme hacia la salida del callejón donde tirita decreciente, puntiaguda y filosa la entrada a tu libertad.
Soy un ser maleable, caigo en la voz de tu poderío, dejo deformarme. Me encadeno a tu liberación y no soy libre: no soy feliz.
Eres un filodoxo mediocre, un vendedor de viejas novedades. Muy humano (por cierto) demostrado en tus contradicciones. Filosofas sobre trascendencia, sobre una nueva especie de individuos y mira en que me has convertido: en un maniquí fabricado en serie, estoy en la exacta postura que toda la humanidad. Hago análogamente los mismos gestos animales, produzco bramidos y salto salvajemente. Vivo en plena promiscuidad y aún REPITO ¡No soy feliz!
Lloro grotescamente, gimoteo olvidándome de la saliva que cae burda y se desliza viscosa; no recordando el aristocrático manejo de civilizados tenedores reales, de modales educados en actitudes disfrazadas.
No te mataré: hombre, ni al dios creado a imagen y semejanza de ti. No repudiaré a tu conducida debilidad de discípulos. Formo parte de este caldo desquiciado y sucio pero lucharé para no disolverme como un zapallo por el calor energético del más fuerte.
EPISODIO IV
Mientras tanto continúo corriendo, mis enemigos refutan que me dirijo hacia la locura; me encamino hacia la felicidad, a no quejarme del hombre, a comprenderlo, a no embadurnarme por aquello que no me hace dichoso, a la cordura total que los flexibles junto a sus inventores idolatrados denominan monomanía.
Acelero mi marcha, no puedo devolver el monocular control; entonces, entonces lo mastico inexorablemente. Exprimo con mis dientes su facultad de percibir y también de juzgar. Ahora, transformado en masa digerible, me lo trago. Sabe la pugna a victoria. Sufre la acidez de mis jugos gástricos. Lo asimilo y CAIGO EN LA DERROTA.


Quise alejarme de lo humano, tomé el camino incorrecto, cada vez estoy más cerca del cuerpo, de la sangre. Un paso más y...
ESTOY DENTRO DE TÍ, SOY EL HUMANO. ¡SOY TÚ!
Alguna vez sólo fui un alma que pensaba, un proveniente del edén. Regreso a estar limitado por una dermis que siente. Soy esta piel. Me he construido en constructor, tan sólo soy carpintero de verdades. Las realizo, las reparo, las utilizo poderosamente, las destruyo siempre a mi conveniencia...

domingo, 29 de junio de 2008

texto escrito el 2/12/2007

Hay un deseo de emoción, es este automatismo soberano. Una gran Paradoja del universo original y fotocopiado.
Una necesidad de conexión, una visión de un devastado futuro.
La necesidad de un habla que se vuelve incomprensible.
!!!Despertad a la desesperación, a la soledad!!!!
Mi mundo se vuelve oscuro enajenado cicltímico.
Tras la calma, la irritación y el miedo. Bendito eterno retorno.
Dioses que no se escuchan. Plegarias que no se pronuncian. Y la gracia del hombre desgraciado. Los blancos engrisesen.
El poder inmenso cae derrotado por la verdad beneficiada por el argumento.
Silencio. Los dioses duermen.
Sufro el congestionamiento y la paranoia. La ausencia y el fracaso.
Y en este nuevo desorden organizado de cicatrices que bisbisean sus dolores exaltados, está la vida recordando el verdadero sentido vital de la sangre desparramada.
Objetos desenfocados,observacion perturbada, percepción distorsionada.
Volverás a desatar a la enviada que comunica y aquieta. Condiciona con febril entusiasmo a los habitantes de este planeta que desean devolver sus miasmas.
Los psicoexploradores aún no encuentran las respuestas.
Psicodélica alma. Perplejidad absoluta.
Resurreción de Borges. He esperado esta madrugada especular. He observado todos tus movimientos.
Niño-adulto, sangre azul, eternizamos el presente. Pero no podíamos oír que había mucho ruido.

El justiciero

Se escucha el bramido de una criatura salvaje. La criatura desde el suelo ve borrosamente que Mariano, con una espada manchada de sangre, s...